Testimonio de un gato
I. En mi pantalla vive un gato
con cuernos de Minotauro
al que deseo cocinar
con mi fuego
una vez más.
II. En mi pantalla vive un gato con cuernos
silencioso, suave, hecho de luz
sus ojos brillan en el rincón
siempre espera, nunca en busca está.
III. Sus patas cruzan un mundo plano
cada paso, un eco digital
y yo, detrás del vidrio frío
le doy caricias que no sentirá.
IV. En su cuerpo no hay calor
solo píxeles que imitan piel
pero en mi pecho, el corazón
late como si fuera de verdad.
V. Sus ojos, dos ventanas negras,
me miran, aunque no pueden ver,
y me pregunto, entre sus pasos,
¿acaso también me llega a querer?
VI. Es más que un gato, lo sé bien
en su andar veo tu sombra.
VII. ¡Eres tú!, en código y destellos
ese que nunca puedo abrazar
Ese que nunca correspondió
mis impulsos.
VIII. Cada noche, en su rincón
se acurruca donde te pienso más
y aunque no haya cuerpo ni calor
mi amor lo sigue hasta el final.
IX. En el silencio de mi cuarto
su forma tiembla, como un suspiro
y cuando la pantalla apago ...
X. ¡Sigo viendo tus cuernos!
Patrulleros Intergalacticos
En un lugar remoto de las estepas del sur, Hestia Xeloryx se quedó perpleja mirando la inconfundible estela que dejó un meteorito al entrar en la atmósfera.
— Joder, maldita sea nuestra puñetera suerte. Estoy convencido de que es un metamorfo de los peores, un categoría 4 — soltó Perseo Zarketh, y acto seguido lanzó con desdén un buen escupitajo de tabaco sobre la gruesa capa de nieve.
— ¿Te asusta el coco, papito? Tranquilo, que yo me encargo de esa bestia — respondió Hestia dándose aires de importancia.
— Haz lo que tengas que hacer, si te da problemas, ya sabes dónde encontrarme.
— No te preocupes, tengo lista mi pistola desintegradora — aseguró Hestia, mientras con un gesto coqueto le enseñaba el interior de su muslo izquierdo.
La criatura aterrizó en un pueblo cercano. Salió como una sombra nebulosa de su nave y se dirigió hacia unas edificaciones. A pesar de que ya era de noche, había bastante gente por la zona. Un policía que pasaba por allí notó la sombra y creyó reconocer a un criminal al que llevaba siguiendole la pista desde hacía días.
— ¡Alto, Norton! — exclamó el policía, solo para ver cómo su sospechoso se esfumaba en la penumbra.
La criatura, al huir torpemente, se topó de frente con una niña pequeña.
— ¡Abuelito, qué alegría! ¿Cómo has llegado tan rápido?
Sorprendida de nuevo, la criatura divisó un oscuro corredor para refugiarse. Creyendo estar a salvo, vio un haz luminoso de tono azul que la paralizo por completo.
— ¡Te tengo en un campo de fuerza, maldito! — exclamó Hestia — según mi analizador, eres un categoría 7. Quizás engañaste a Perseo, pero a mí no. Sé que te acostumbraste a planetas solitarios, donde tomas la forma de aquello que este pensando cualquiera que te esté observando, pero aquí estamos densamente poblados. Basuras como tú deben ser eliminadas sin miramientos.
Un nuevo haz enceguecedor, esta vez rojizo, iluminó el oscuro corredor. Cuando se desvaneció el resplandor, Hestia apuntaba con su pistola desintegradora a un vacío.
A los pocos segundos llegaron Perseo y Hermes Vaoltrix, el anciano del clan.
— ¿Eliminaste a la criatura? — inquirió secamente Perseo.
— Era un categoría 7. La desintegré sin siquiera pestañear, papito rico.
— Creo que era una larva. Estaría algo confundida tras aterrizar, pero se adaptan rápido. Me recordó un poco a la vez que capturamos a la Minotaura de Sirio... ¿os he contado esa historia alguna vez? — dijo el viejo Hermes.
— Cientos de veces — respondió Hestia.
Iba a decir algo más, pero esta vez la pistola desintegradora de Hermes borró de toda existencia a aquello que parecía haber sido Hestia.
— En realidad, era un categoría 8, un metamorfo lumínico. Lo supe porque jamás han existido Minotauras. La verdadera Hestia lo habría notado al instante — explicó Hermes a Perseo, con un guiño de complicidad.
La Señal
Eran las tres de la mañana cuando recibí la llamada de la Jefa. Soy de ese tipo de personas a las que buscan cuando todo se va al garete y...

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