Eran las 5:00 a. m., y Hari Mole aún no podía asimilarlo. Frente a sus ojos tenía un expediente que probaba que toda su vida había sido una farsa. Allí estaba consignado el mayor escándalo del gobierno. Había dedicado los mejores años de su vida al servicio del país. Como espía, había llevado a cabo numerosos actos moralmente cuestionables, pero siempre creyó que lo hacía en nombre de un principio superior: "Ver a la patria grande, respetada y libre". Esa frase, aprendida en la academia militar, había sido un eco constante que lo impulsaba a continuar, una y otra vez: grande, respetada, libre....
Sin embargo, lo que tenía entre sus manos era un asunto clasificado, conocido bajo el nombre de "Informe Albatros", que demostraba algo devastador: nunca había luchado por el bien de su patria. Todo había sido una mentira. En realidad, siempre había sido un títere al servicio de oscuros intereses.
El informe detallaba hechos ocurridos cerca de un lustro atrás, implicando a varias agencias del Estado y al Presidente de aquel entonces en una serie de asesinatos no resueltos, relacionados con manejos financieros turbios de corporaciones petroleras y farmacéuticas.
Decidió fotografiar cuidadosamente las páginas más relevantes y, con manos temblorosas, devolvió el expediente al gabinete archivador donde lo había encontrado. Mientras salía de la habitación, sus pensamientos lo acosaban: ¿Cómo no lo vi antes?. Cada misión, cada sacrificio, cada noche en vela justificándose... ¿para esto? No podía evitar pensar en las familias de las personas que había eliminado bajo órdenes directas. No soy el verdugo, se repetía, solo el instrumento ciego. Pero ahora entendía que el verdadero verdugo no era un hombre, sino una mentira magistralmente construida.
El peso del silencio, que hasta ahora había sido su mejor arma, se le antojaba insoportable. Si revelaba el "Informe Albatros", su carrera y su vida acabarían. Nadie protegería a un traidor. La maquinaria que ayudó a mantener giraría en su contra con rapidez y sin piedad. No solo lo destruirían a él, sino que borrarían cualquier rastro de la verdad.
Entonces, algo en el nombre del informe captó su atención. "Albatros". Era irregular, no seguía las normas habituales. La palabra le daba vueltas en la cabeza hasta que lo entendió, era un juego ruso: "Alba Atroz". Comprendió que todo había sido un montaje. El informe era falso, pero su título contenía la única verdad. Quedaba menos de una hora para el amanecer, y quienquiera que hubiera colocado ese expediente allí, tenía un sentido del humor macabro.
Entendió que había sido marcado como una amenaza desde hacía años. Lo mantenían vivo mientras seguía siendo útil. Ahora, esos años de servicio leal pasaban factura. Sabía demasiado y había ejecutado tantas "diligencias" cuestionables que podía hundir a varios miembros de la cúpula en el poder.
Ahora era la presa de un sistema implacable. Si quería sobrevivir al menos unas horas más, debía actuar rápido y con sigilo. Consideró enviar correos electrónicos a los periodistas, con la esperanza de que alguien conociera la verdad. También barajó la posibilidad de pedir refugio en una embajada de una potencia adversaria. Pero ambos planes eran arriesgados. Después de todo, lo que sabía valía más que el oro.
Sacó de su bolsillo un teléfono encriptado y marcó un número que había memorizado años atrás. Nunca pensó que tendría que usarlo. Se detuvo justo antes de confirmar la llamada. ¿Vender mi alma al diablo?, se preguntó. Tal vez era una prueba, una última prueba de lealtad. Si destapaba el escándalo, no solo perdería la vida, sino también su honor. En cambio, el silencio, incluso en la muerte, podría preservar su dignidad.
El sol comenzaba a despuntar cuando tomó una decisión: caminar por la calle. Quiso disfrutar la frescura de un nuevo día. Ver el despertar de la ciudad era algo mágico, casi una pausa en medio del caos.
Respiró profundamente y sonrió, saco su pistola, la coloco en la boca y disparó.
Hari Mole cayó en cuenta que su muerte en un sitio público sería investigada no solo por las autoridades, sino por la prensa, la seria y también la sensacionalista, no todos los días se suicida alguien vestido de espía, con unas fotos y teléfonos tan interesantes.
Había encontrado una manera de mostrar el rostro oculto del gobierno.